Declaración de Liberación del Software Libre

Otra comunidad de software libre apropiándose de la libertad, ¡en contra de las opresiones!

Otra comunidad de software libre apropiándose de la libertad, ¡en contra de las opresiones!

En el conversatorio sobre software libre y patriarcado en el que nos encontramos desde varias colectivas (PIP, HLV, Las de Sistemas), activistas y personas que se acercaron –¡muchas por primera vez!– nos surgieron estas cosas. Probablemente a otres les hayan surgido otras, no está de más aclarar que estas son las que nos llamaron la atención a les que nos juntamos a procesar la memoria un par de semanas después, con el ánimo de expandir la discusión, plantear puntas, ir aportando a dejar registro, una memoria en torno a una serie de discusiones que venimos teniendo hace unos años y que vemos actualizarse en varios espacios, seguramente gracias al fortalecimiento de los transfeminismos.


Una de las cosas definitorias y ¿definitivas? del Software Libre son las gastadas cuatro libertades. Se dice por ahí que Stallman se las sacó de la galera, pero vamos aprendiendo a desconfiar de los genios machistas e incluso de las historias colectivas construidas en torno a algunos héroes, personalismos y preferimos pensar que son el fruto de una comunidad de muchas personas, pensando y actuando de forma similar en distintos lugares. Pero ¿por qué están definidas así? ¿y por qué justo estas y no otras? ¿no hay otras libertades posibles, quizás en contradicción con las que tenemos? Las cuatro libertades son lo primero que nos graban en la cabeza las ortodoxias del software libre, aunque nadie se las acuerde exactamente, sabemos que están. Nos recuerda un poco a rebelión en la granja. Las cuatro libertades al fin y al cabo están definidas taxativa, axiológicamente. Parecen las leyes de la termodinámica, o las de la robótica, pero en un giro neolingüístico muy yanqui se llaman libertades, como las papas fritas o los bombardeos.

De hecho, nos pasó eso mismo en el conversatorio. Hubo un momento en el que un compañero pirata habló de código abierto. Otres, más acostumbrades a fundamentalizar, digo, a alzar la bandera del Software Libre, necesitamos volver a repasarlas. En definitiva, un ejercicio en la práctica: ¿nos siguen sirviendo esos puntos básicos y fundantes? ¿Necesitamos otros?

Quizás el Software Libre nos demanda no sólo las libertades 0, 1, 2 y 3, sino también la -1 (¿ni una menos?): ¿puede haber SL si hay cisexismos, prácticas opresivas, fascistas? Después de todo, el SL, nuestros *hacktivismos, necesitan reconocer que las tecnologías son culturas, son bien común. Una humanidad en la que no puede haber borramientos por identidades de género o por pertenencia a colectivos subalternos, agregamos. Pero seguiremos por este camino, párrafos arriba. O abajo, según cómo decida leerse o escucharse este texto.

Volviendo a las Libertades del SL. La que nos genera problemas es la primera, la cero. Como se presentan como leyes naturales, antes del 0 no hay nada. Nos hacían notar compas en México que se parece mucho a la regla dorada que nos unta la filosofía kantiana. Dice que en pos de limitar el poder de lxs programadorxs sobre lxs usuarixs, tenemos la libertad de usar el programa para lo que queramos. Así de primera mano suena potente, porque no nos pueden decir que el programa que era para hacer planillas no lo vamos a poder usar para llevar las cuentas de nuestra comuna. Sin embargo nos damos cuenta ahora, después de años de dificultades intentando compartir (evangelizar, en jerga paternalista) con compañeres de otros activismos la potencia del software libre, que era la más problemática también, porque ¿por qué pueden usar estos mismos programas los imperios para matar y violentar, para controlar y producir? Nos dicen que para que no haya problemas, estratégicamente, el software libre viene con una reciprocidad incorporada donde el imperio entra en contradicción y colabora en las herramientas de su propia destrucción. Probablemente no lo digan así. Las cuatro libertades vienen con un sesgo cientificista (nótese la ironía) donde por decreto fundante la tecnología es neutra. Depende quién la use y para qué, la tecnología no tiene la culpa de ser tan neutra.

Y ahí entramos en la rosca sin fondo de la desconstrucción de sentidos. ¿No será que cuando otros usan y colaboran en el desarrollo, no le frotan y le imbuyen esas tendencias asesinas? Porque es cierto que el grueso del software libre que existe es desarrollado y financiado por el imperio, colaborando en obtener las mejores herramientas para extracción y control del valor. ¿Piensan ellos en nuestra libertad 0?

¿No podemos tener programas hechos por nosotres, para nosotres, con nuestras políticas incorporadas? ¿Por qué consideramos a las tecnologías como herramientas que se acoplan a nuestras manos y no como seres compañeres, aliades? ¿No será que encima heredamos esas concepciones instrumentalistas de la ciencia y la técnica hegemónicas? ¡Fundemos un Frente de Liberación Cyborg!

Recordamos que hubo y hay intentos de redefinir las licencias, que son las formas legales de garantizar esas otras leyes. Sobre ellas se cierne la crítica disciplinadora ortodoxa: “pero no es libre”. Licencias no violentas, más políticas que éticas, aunque también, que previenen a otros de usar los programas para hacer daño. Ni siquiera, les criticamos constructivamente, de prevenir a otros de explotar y expoliar.

En la deconstrucción de términos ortodoxos, aparecen cosas como software, privativo, libre… En el binarismo de la informática, el software es la contraposición al hardware. Los aparatos, los fierros, los electrones, son aquello “material”, “duro” y rudo. Como lo que piensan y hacen las computadoras no lo es, entonces es software. Pero no hay nada de blando en los sueños de las computadoras. Y recordamos en este punto, que en realidad esta explicación invisibiliza profundamente que en los orígenes de la informática, las computadoras no pensaban ni soñaban por su cuenta, eran ayudadas (programadas) por mujeres porque era considerado por su gestión de ingenieros (otrora fetos) un trabajo monótono, sin iniciativa propia y similar a la operación de una central telefónica. Un trabajo mal pago donde las blandas y suaves eran las pibas que inventaron los lenguajes de programación, descubriendo el primer “bug”.

No hay metáforas en la historia de la informática. El software eran las trabajadoras. Pero cuando este trabajo se valorizó, fue reemplazado por la figura heroica del cisvarón excéntrico que tantos años privilegiara a Stallman dentro del MIT. Cuando hay apropiación, hay borramiento.

En otro binarismo, lo que no es libre en inglés se dice proprietary, indicando no solo que tiene dueños, sino que es propiedad privada. Por estos lados, reflexionamos acerca de la adopción local de esos términos relacionados con los conceptos de libertad. En este caso, reproduciendo quizás fielmente este estereotipo de “chongo excéntrico”, a nuestro referente regional le pintó traducirlo por “privativo”, porque “priva de libertades, cuando el software siempre tiene dueños aunque seamos todos”. Y ahí renegamos, porque Enrique Chaparro durante años nos enseñó esto en sus divertidos monólogos y pensábamos que no se sentaba a hablar con nosotres porque no estábamos a la altura, pero era para que no nos enteremos que tiene una hija a la que el anonimato y la privacidad le sirvieron para nunca pagarle alimentos.

¿Y ahora que el software libre ya no es tan libre, cómo le decimos?